Hoy no has dejado de sonar en mi cabeza, como aquella tonta sinfonía que sin querer se te pega en los huesos y te araña lo más hondo. Tampoco han podido salir tus manos sobre mi mejilla, mi respiración desbocada, tus ojos y la duda. ¿Por qué la vida es tan puta?
Y me quemo. Juro por los dioses que me quemo. E intento cerrar los ojos, inspirar, y expirar tu rostro, pero no puedo. Estás ahí, estás en mí. Y me enredo en sacos rotos, y te busco en el pasado para poder encontrarte en el futuro. Porque al fin y al cabo, ya lo cantaba Zahara, jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir. Caminamos oliendo a tequila y vino barato, maullando enloquecidos como aquellos que van a morir de amor, que en el fondo es demasiado cierto. No nos importaba el mundo, ni sus historias, y en cambio se me partía el alma cada vez que te imaginaba dándome la espalda para no volver más. Y me pregunto, desvelada y triste, si el destino quiere que nos ahoguemos presos de nuestras propias culpas, si no pudo esperar, si no pudo darnos más tiempo.
¿Y ahora qué?
Al fin y al cabo, aquí
solo pasa el tiempo
(y demasiado rápido).
Ya lo decía la nuestra, hoy te he vuelto a recordar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario