Yo soy yo y mis circunstancias.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Sam.




El despertar nos deshizo, como suele deshacer el Sol a la nieve. Tirité porque la ventana seguía abierta y el frío entraba sin tregua. Inspiré y me giré para observarla. Ahí seguía, apoyada sobre su mano. Dejando reposar, casi levitando, su frágil cabeza.
Me acerqué a ella un poco. La noche de ayer nos confundió y acabamos sobre mi cama como dos gatas abandonadas. Ambas seguíamos desnudas y olíamos a licor barato y otras tantas botellas que nos bebimos anoche. La observé mientras dormía. Enredé mis dedos por su pelo y me supe en paz. La radio saltó con el despertador. "Bang Bang" de Nancy Sinatra explotaba en el ambiente, como si la hubieran elegido adrede para ese momento.
Sus ojos se abrieron en dos parpadeos eternos y clavados en los míos. "Echará a correr" pensé. Y allí se detuvo, podía ver hasta mis ojos reflejados en ese espejo negro de pupila fémina. Como un pájaro revoloteando enredó sus piernas a las mías y sonrío. Yo no pude evitar hacer lo mismo, como cuando lo hice en el bar.

- No sé que hago aquí, emborrachándome, celebrando que mi chico me ha dejado - dijo mientras iba a por la tercera copa.
- Mejor celebrar que has perdido algo que has tenido a nunca tenerlo ¿no?- sus ojos negros, negrísimo, se clavaron en los míos por primera vez.
-Pues no lo dirás por el par de amigas que tienes- señaló a mis pechos y ambas echamos a reír-

Y ahora, en este instante, me observaba. Ambas estábamos desnudas, enredadas bajo un espeso edredón blanco que actuaba como frontera contra la realidad. Acariciaba su rostro, sus lunares, y un recuerdo ignífugo de anoche me azotó. Miré al techo y ahí estaban, mis paños menores colgando de la lámpara. Ella siguió mi mirada y se tapó la boca aguantando una risa.
Pasamos allí, sin hablar, sin apenas rozarnos, mirándonos un par de horas. Horas como segundos en las que me refugié en la sombra de su presencia. ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Sam, creo que le arranqué entre gemidos.