Yo soy yo y mis circunstancias.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Musa suburbial.

Es ese perfil de hija de puta que no puede con los versos que lleva a la cintura.
Porque quiere ir de tipa dura y se desvanece en los espejos.
Chapotea entre los libros porque tiene miedo a que la soledad le haga daño y no le gusta bailar con el silencio.
Le dan miedo las drogas, pero solo porque le da miedo engancharse.
Odia cada centímetro de su piel, pero se ahogaría si le rasparan cualquier célula.
Sexo.
Quiere ser musa, quiere que la quieran, porque ella no ha sabido quererse.
Se quedaba sin voz con Extremoduro, porque ella era extrema y dura.
Sueña con la libertad.
Anarquista de corazón, pero comunista de conciencia y pensamiento.
Odia el odio, teme al miedo, ama a la música.
Se atrinchera bajo unas gafas. Y tiene bailarines miopes.
Solo hay un nombre que la enloquece, la entristece, la perfora y la encadena.
Vive en los suburbios de hormigón que la propia sociedad construye.
Ella es V.
Su deseo: morir entre orgasmos.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Sam.




El despertar nos deshizo, como suele deshacer el Sol a la nieve. Tirité porque la ventana seguía abierta y el frío entraba sin tregua. Inspiré y me giré para observarla. Ahí seguía, apoyada sobre su mano. Dejando reposar, casi levitando, su frágil cabeza.
Me acerqué a ella un poco. La noche de ayer nos confundió y acabamos sobre mi cama como dos gatas abandonadas. Ambas seguíamos desnudas y olíamos a licor barato y otras tantas botellas que nos bebimos anoche. La observé mientras dormía. Enredé mis dedos por su pelo y me supe en paz. La radio saltó con el despertador. "Bang Bang" de Nancy Sinatra explotaba en el ambiente, como si la hubieran elegido adrede para ese momento.
Sus ojos se abrieron en dos parpadeos eternos y clavados en los míos. "Echará a correr" pensé. Y allí se detuvo, podía ver hasta mis ojos reflejados en ese espejo negro de pupila fémina. Como un pájaro revoloteando enredó sus piernas a las mías y sonrío. Yo no pude evitar hacer lo mismo, como cuando lo hice en el bar.

- No sé que hago aquí, emborrachándome, celebrando que mi chico me ha dejado - dijo mientras iba a por la tercera copa.
- Mejor celebrar que has perdido algo que has tenido a nunca tenerlo ¿no?- sus ojos negros, negrísimo, se clavaron en los míos por primera vez.
-Pues no lo dirás por el par de amigas que tienes- señaló a mis pechos y ambas echamos a reír-

Y ahora, en este instante, me observaba. Ambas estábamos desnudas, enredadas bajo un espeso edredón blanco que actuaba como frontera contra la realidad. Acariciaba su rostro, sus lunares, y un recuerdo ignífugo de anoche me azotó. Miré al techo y ahí estaban, mis paños menores colgando de la lámpara. Ella siguió mi mirada y se tapó la boca aguantando una risa.
Pasamos allí, sin hablar, sin apenas rozarnos, mirándonos un par de horas. Horas como segundos en las que me refugié en la sombra de su presencia. ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Sam, creo que le arranqué entre gemidos.

jueves, 2 de agosto de 2012

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Soy la luna añil disparando verdades.
Soy el olor a  tierra mojada un día de verano.
Soy las letras que nunca escribiste.
Soy el corazón del niño, los manos de la madre.
Soy la enredadera que crece sobre el hormigón.
Soy la sangre de los vencidos y los justos.
Soy aquella que calla pero no otorga.
Soy el carmín sobre tu cuello.
Soy la sonrisa orgullosa de tu padre.
Soy el olor a guerra y a derrota.
Soy el agricultor cuando llueve en sequía.
Soy el dolor de un parto.
Soy el último adiós en una balada.
Soy la libertad en noches de bohemia.
Soy la India en primavera.
Soy  América Latina en rebeldía.
Soy pirata gaditano.
Soy tu memoria.
Soy vida y soy muerte. 
Pero soy 
y estoy.

sábado, 28 de julio de 2012

El hombre del corazón paranoico.


Ayer volví a encontrármelo en el portal.  Recostado sobre su vieja bolsa, envuelto en heces de rata y arropado con un par de cartones. Me miró. Era la primera vez que lo hacía. Sus azules ojos, como los del cielo en primavera, me hablaron. Sus pupilas secuestraron mi curiosidad y me senté a su lado. Estuvimos cinco minutos mirando al horizonte. Silencio.

- Hoy... - dudé en seguir hablando- ¿Hace frío, verdad?
Los siguientes minutos me parecieron eternos. Se dedicó a observarme mientras buscaba algo en su roída chaqueta. Sacó un viejo papel y lo besó. Me extendió la mano con el papel doblado y asintió. "¿Qué estoy haciendo aquí?"En ese momento me invadió un sentimiento de alarma, sin una razón lógica, obviamente.  Aún así cogí el papel y lo abrí lentamente. Me enamoré. En la foto aparecía una pareja guapísima de veinteañeros, sonrientes, felices, yo diría que enamorados.

- Es preciosa - su voz sonaba casi hueca, vacía.
- Hacen una pareja estupenda- asentí sonriendo mientras observaba la mirada cómplice de los jóvenes. La pamela de ella, el traje de él.
- No soy yo- refunfuñó y miró, casi de forma divertida, la confusión de mi rostro. - Se llamaba Laura y era la chica más guapa del barrio. Cuando era niña llevaba dos coletas, rubias como el cereal al atardecer, recogidas siempre por dos lazos azules. Nos volvía locos a todos los niños. Entiéndeme, tenía trece años y ella doce. Mi madre era la ama de llaves de su casa. Una familia de postín, por supuesto. - Tosió el vagabundo-  Fue mi novia, aunque bueno a esas edades, ya sabes. Un par de besitos y miles de cartas. 
- ¿ Y qué pasó? - dije mientras miraba pasar a un niña, rubia, como Laura.
- Sus padres le buscaron novio. Un hijo de un militar, de buena familia. Laura se enamoró perdidamente de él y se olvidó de mí.  La foto es de días antes de su boda.

Tragó saliva, como si le costase recordar. Volví a mirar la foto. Sí, se veían enamorados. "Pobre hombre, ¿por eso habrá acabado así?". La curiosidad me pudo.

- ¿Y la volvió a ver? - sus ojos se clavaron en los míos. Había dado en el clavo.
- Entré a trabajar en su casa casi 20 años después de que fuésemos novios. No me reconoció. Te juro que nada me había dolido tanto en la vida- su voz empezó a quebrarse- Me miró a los ojos, supo mi nombre, y aún así se había olvidado de mí. Infeliz. Ella murió diez años después, en el parto. Lo tenía todo, niña. Tenía dinero, casas, coches, un marido que la quería, un hijo. Pero aún así, le falto la entereza para aguantar un parto. Un poco de dolor, de sacrificio. Pero no pudo.
- ¿Por qué me cuenta todo esto, señor?
- Porque no quiero morir sin que nadie sepa mi historia, ni la de Laura. Porque yo la asesiné deseando todos los días que muriera si no era mía. Deseando que se arrepintiese por haberle elegido a él. Pero ahora que no está, la echo de menos.


Me levanté y lo volví a mirar. No sé cuanto tiempo estaría callando este secreto, casi putrefacto. Lo saludé y empecé a caminar. Y entonces lo supe. Ese era su testamento, no tenía nada que dejar, ni nadie a quien dejárselo. Solo su historia  y yo, la chica que lo observaba siempre. Acaricié la foto y caí en cuenta de que tenía que devolvérsela. Me giré, pero ya no estaba. Se había esfumado y con él, el cabello rubio como el cereal al atardecer de Laura.

martes, 19 de junio de 2012

Interrogatorio.


No enjaules el corazón, amor,
deja que se derrame el vino
lo más cerca de tu ombligo,
y  la luz a tientas, para querernos.
¿Vienes chapoteando?
                                                 Sola.
No digas que estás sola, amor,
cuando siempre voy contigo
alza el puño, que te vea
así, como renaciendo del olvido.
¿Dónde está tu sonrisa?
                                                 Triste.
No hay tristeza que me valga, amor
si vengo subido en los andamios
como un gato enloquecido
por maullar entre tus piernas.
¿Y tus tirabuzones?
                                              Rotos.
Rotos mis ojos al verte, amor
que la negrura a mí me puede
con tu llanto, solo, enloquecido
si no vienes aquí a quererme.
¿Qué te pasa, amor?
                                            Que estoy
enamorada
de ti
                                              poeta.

Acto efímero, vól 1

Mientras bebe bocanadas vacías,
recorre con sus dedos la isla
secreta,
tanto como ella.
Vigila los extramuros de sus muslos
donde huele a azafrán y a rosas,
mezclados
con llanto de sirena.
Exhala y respira los latidos desbocados
como sus dedos perdidos entre las
montañas
de su cuerpo.
Florecen de ella gemidos como rosas
que penetran y duelen en lo mas hondo,
amor
le grita susurrando.
Se hunde el vaivén de los pétreos cuerpos
doloridos de tanto y tanto quererse,
juegan
a que nunca habrá final.

sábado, 14 de abril de 2012

Pez

Quiero ser pez y hundirme en ti
beber de tu pecera infinita
péscame y no me dejes salir
piérdeme en tu piel erudita.

Quiero ser pez y nadar en tu boca
cortar mis escamas a besos
Átame a tus pies , mi cola
hazte de ti en mí, mi preso.

Quiero ser pez y bucear en mar
ser el agua que te excita
en tus aletas todas noches invernar
seas mi playa, mi Tacita.

Quiero ser pez, ser infinito
convertirme en pez león
ser agua de tus besos benditos
esconderme en tu habitación.


Quiero ser pez.
Ser piscis no me basta.

El viajero.

Hoy he soñado con las manos de un viajero
que se perdían por mi piel color rojo
que se movían, sudorosas y nerviosas
y se hundían hasta desaparecer.

Hoy he soñado con los ojos de un viajero
que penetraban en los míos sin permiso
me ennegrecía el alma y el iris, ambos a la vez
y gemían enturbiando las aguas.

Hoy en mis sueños he mirado a ese viajero
a su boca entreabierta y selecta
que me susurraba palabras no aptas
de un cosmos infinito, donde nada duele.

Hoy he soñado con un viajero sin piel
hoy he soñado con un viajero sin alma
hoy he soñado con un viajero
hoy he soñado con él.