Yo solía secuestrar musas, pero eso
hace tiempo que cambió desde que la conocí. Tiene un vicio que sabe a Rock and
Roll y a ginebra. No es una musa cara, siempre anda moviendo sus caderas
creando vaivenes de donde flotan versos. Le gusta dejarse seducir, yo le vendo
mis versos, pero prefiere tirarse a mi prosa. No es tan puta como las otras, y
esta baila por las noches conmigo, sobre todo cuando lo pienso a él. Si nunca
te has preguntado por qué la banda sonora de Amélie es tan ella, es porque
nunca quisiste ver con los oídos. Yo creo que le gusta París, pero también las
frías calles llenas de vagabundos de Nueva York. Le gusta el invierno, pero
solo porque sus pezones se vuelven copos de nieve. Todos la adoran, la odian,
la desean, la detestan, todos la pondrían a cuatro patas para que surgiera de
ella los mejores versos que Neruda o González le vieron parir. Se llama Violeta, o violenta, o viento. En
realidad, nunca me ha dicho su nombre, solo se eriza en mis dedos cuando llega,
y juro por Bukowski que su jugo sabe a rosas, a Venus y a la armónica de la
esquina. Creo que Chavela le dedicaba alguna canción, o no, quién sabe…
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