Yo soy yo y mis circunstancias.

miércoles, 25 de junio de 2014

A-y.

“¿No lo sientes? Ya sabes, cuando duele adentro, tanto que parece que es corrosiva hasta tu sangre. A veces me da miedo ese sentimiento, me parece tan nauseabundo, tan inhumano y a la vez tan animal, que pienso que fumando mentiras se me pasará. Pero no se va, ¿sabes?, se queda ahí, pendiente de tus arterias como si fuera ropa mal colgada en un día lluvioso. Y cuando empieza a pesar tanto como la tristeza, y notas que tus ojos se hinchan, ahí amigo mío, ahí ya no hay vuelta atrás para mí. ¡Y mira que no me gusta parecer una sensiblera! Suelo meterme prisa para dejar de llorar, cierro los ojos, inspiro, pero no importa, el río siempre llega al mar. A veces me abrazo, para doblegar mi pena y a la vez mi sentimiento de autocompasión. Entonces sé que algo no va bien, que la congoja se anida en mi garganta y ni siquiera gritando, tampoco por dentro, la hago callar. Dicen que el alcohol es el remedio divino para ahogar ese sentimiento, pero el invierno de mi cuerpo se apodera de mí llegando a anestesiarme de tristeza, tanto que me engancha. ¿Puede existir alguien enganchada a la tristeza? No lo sé, quizá yo sea una de esas yonkis. No sé si me entiendes, a lo mejor a ti también te pasa, si eso no fuera así no estarías aquí, conmigo, absorto en lo que te digo, ¿verdad, cariño?” Y ella se acerca, abraza el trozo de mármol, besa su foto y se va, como otro día de abril, como cualquier febrero.

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